Potes y la Vega de Liébana


A 1hora del Albergue Paradiso

vista de potes
El municipio de Potes está constituido por la villa de Potes y su barrio de Rases. A pesar de ser el municipio más pequeño de la comarca de Liébana es la capital del conjunto de la Merindad. Potes está en el corazón de la comarca lebaniega, lugar de confluencia de los valles de Valdebaró, Valdeprado, Cereceda y La Hermida.

La mayor parte del territorio municipal presenta importantes pendientes, con el majestuoso telón de fondo de los Picos de Europa, y sólo aparece una franja llana entre los ríos Deva y Quiviesa.

Al abrigo de un microclima de rasgos mediterráneos surge en las laderas bajas un paisaje de huertas y frutales (este clima mediterráneo permite el cultivo de la vid, del nogal, del chopo; con el primero de ellos se elabora el conocido orujo de la zona).

Al ser el principal foco turístico y centro de interés de la comarca lebaniega, la población trabaja mayoritariamente en el sector servicios. La proximidad a Picos de Europa hace de Potes el centro neurálgico del turismo. Domina la localidad la montaña Arabedes (694 m), a la que se puede ascender desde la villa.

No te pierdas este artículo: Geología de los Picos de Europa por Miguel Angel Massee Abad (Licenciado en Ciencias Geológicas por la Universidad de Oviedo).
En el extremo sur este del Parque Nacional de los Picos de Europa se encuentra Fuente Dé, base para iniciar recorridos por esta cara de los impresionantes macizos calizos de los Picos de Europa.
Aquí se encuentra el famoso Teleférico de Fuente Dé que eleva en menos de 4 minutos al pasajero a una altura de 1850m ofreciendo unas vertiginosas vistas a la vez que salva un desnivel de 750m. Sin duda es una buena opción para aquellos que quieren darse un paseo por los Picos sin mucho esfuerzo o realizar otras rutas adentrándose más por el parque.
Es recomendable estar a primera hora (9 am) ya que a medida que avanza el día es más probable que la meteorología cambie, entrando la niebla con rapidez e impidiendo contemplar las espectaculares vistas. Además, los fines de semana durante la época estival puede llegar a haber bastante gente haciendo cola para subir.
En el extremo más alto del cable, llamado mirador de Áliva, hay una amplia cafetería que sirve comidas y bebidas además de albergar una pequeña tienda y terraza panorámica.A pocos km del mirador se encuentra el Refugio Hotel de Áliva.
Aquellas gentes, portadoras de fe y cultura, hallaron reposo y modo de vida en este recoleto enclave tan eficazmente defendido por la Naturaleza, donde no tardó mucho en desarrollarse uno de los más destacados focos del monacato entre los del Norte de España.
Dice la tradición que, habiendo encontrado el santo fundador resistencia en los lebaniegos, para que le ayudaran a construir la primera iglesia del monasterio, se retiró abatido a los bosques cercanos. Mientras deambulaba sumido en sus meditaciones, topó con la feroz pelea entre un rubusto buey y un gran oso, acercóse a ellos y con sólo la palabra logró el milagro de amansar la ferocidad y ganar la voluntad de las bestias, que consintieron en uncirse juntas para acarrear la piedra con que levantar el sagrado recinto. En sendos capiteles del ábside mayor de la iglesia actual se representan las toscas cabezas de esos dos animales, motivo que se repite en otros tantos del coro, al otro extremo de la nave central.
Al pie del colosal macizo rocoso de los Picos de Europa, en el mismo corazón de la Liébana, pronto destacó un monasterio entre los muchos que salpicaron la comarca, el de San Martín de Turieno, acogido a la ladera del monte Viorna. En este cenobio, cuyos orígenes se pierden en la ausencia de documentos escritos, avanzado el siglo VIII surgió un monje de carácter enérgico y nombre Beato, quien dedicó su inteligencia y valor a polemizar con éxito contra la heretica doctrina «adopcionista» sostenida nada menos que por el Metropolitano de España, arzobispo de Toledo, y otros insignes obispos, para asombro y maravillado respeto de los más cultos hombres de la corte de Carlomagnmo y de toda la Europa cristiana.
Muchas copias se hicieron de los textos que escribió Beato, entre los que destacan por la gran notoriedad y difusión alcanzada el conocido con el nombre de Comentarios al Apocalipsis, o simplemente «Beato», cuyos códices fueron enseguida ilustrados con magníficas miniaturas que adornaron las mejores bibliotecas de Occidente.
Además del enérgico Apologético, escribio también un himno asumido por la liturgia mozárabe en que, por primera vez en España, se defendía la idea de la predicación en la Península de Santiago el Mayor, lo que fue premonición y vanguardia del casi inmediato hallazgo de la tumba atribuida al apóstol en Compostela y del orígen de las consiguientes peregrinaciones jacobeas.
La tradición sitúa la fundación del monasterio de San Martín de Tours (en lengua vernácula turieno) en la época visigoda, allá por el siglo VI, cuando el obispo de Palencia, Toribio, andaba por las montañas de Cantabria misionando entre los paganos que entonces las poblaban. No obstante, debió de ser a partir de la invasión árabe cuando fue eriquecido con el aporte de preciosas reliquias traídas desde el Sur, seguramente, tal como relata la Crónica, por los cristianos rescatados a mediados del siglo VIII por Alfonso I de Asturias, en razzias por la Meseta castellana o por quienes les siguieran los pasos. Entre todas las reliquias aquí recogiadas, la más preciada fue siempre la de Vera Cruz, o Lignum Crucis en latín, el mayor trozo conocido de la Cruz de Cristo.
Otro obispo de sede no muy lejana, Santo Toribio de Astorga, famoso luchador contra la herejía prisciliana, había traído abundantes reliquias cuando en el siglo V peregrinó a Tierra Santa, entre las que es posible que se encontrara la Vera Cruz lebaniega, desplazada hasta estas montañas con el propio cuerpo del santo para salvarla de la destrucción árabe. Sea como fuere, la tradición tiene dudas a la hora de identificar al actual patrono del monasterio entre el misionero obispo de Palencia y el peregrino titular de Astorga
Sabemos que por el siglo XI los monjes de la ya abadía de San Martín de Turieno seguían la regla de San Benito y que entre sus tesoros espirituales se encontraba el cuerpo de Santo Toribio. Durante la siguiente centuria, los documentos conservados denominan indistintamente al monasterio como de San Martín o de Santo Toribio, nombre este último que acabó prevaleciendo. Terminado aquiel siglo, perdió la abadia su independencia, al convertirse en priorato de de la burgalesa San Salvador de Oña.
El orígen de la corriente de peregrinos a Santo Toribio de Liébana se pierde en la penumbra de noticias de los lejanos tiempos medievales, pero hay indicios muy tempranos, pronto convertidos en evidencias, de la presencia de gentes venidas de remotas tierras para rendir culto al madero de la Cruz y al cuerpo del santo milagrero, sepultado bajo policromada efigie en medio de la iglesia del monasterio. Es muy posible que fuera ese fervor popular, consolidado por las eficaces intersecciones del santo, lo que motivara el cambio de nombre.
El rey Alfonso XI de Castilla otorgó licencia, en 1.328, para que los monjes de Santo Toribio pudieran recaudar limosna por todo el reino, lo que éstos sin duda, aprovecharían para extender por donde quiera la devoción a su santo patrón. Por aquellos años ya existía en el monasterio un hospital, llamado de San Lázaro, para atender a los enfermos que llegaban buscando la curación en el contacto con las reliquias.
Fue el papa renacentista Julio II quien dio definitiva carta canónica de naturaleza las peregrinaciones cuando, en 1.512, otorgó la bula por la que quedaba establecido el jubileo de una semana a quienes llegaran al santuario los años en que, la fiesta de Santo Toribio coincidiera en domingo. Dicho privilegio fue ratificado por su sucesor León X al año siguiente.
Pero a este monasterio no sólo acudían peregrinos los años de jubileo, sino que, por lo menos desde el siglo XVI, eran muchas las familias de enfermos mentales que hasta aquí viajaban como romeros, en la esperanza de recuperar a sus deudos, dada la fama traumatúrgica para la cura de «endemoniados» alcanzada por el Lignum Crucis y el cuerpo del santo. Además, el santuario de Santo Toribio era final de etapa y jalón en uno de los ramales caminero de las rutas jacobeas, aquel que desde el puerto de San Vicente de la Barquera conducía a los peregrinos al llamado «Camino Francés», con destino a Compostela.
El papa Montini, Pablo VI, en bula concedida el año de 1967, amplió el viejo privilegio del jubileo semanal a todos los dias del año comprendidos entre el de la fiesta coincidente en domingo y la del mismo patrón de La Liébana del año siguiente, tal y como hoy se aplica. Así desde el 16 de abril, día en que se abre la Puerta del Perdón por el obispo de la diócesis, ante la multitud de peregrinos congregados para la ocasión, hasta la consumación de un año completo, las gentes venidadas de todas partes tienen la oportunidad de alcanzar la indulgencia plenaria para la remisión de la pena por sus pecados. Pocos lugares en el mundo cristiano gozan de tales prerrogativas, entre ellos Jerusalen, Roma y Santiago de Compostela. La pia intención de conseguir el jubileo se complementa con la también excepcional oportunidad de disfrutar de unos paisejes, un arte, unas costumbres, una gastronomía y un trato de los hospitalarios labaniegos verdaderamente singulares.
El primitivo monasterio estuvo rodeado de todo un conjunto de capillas y minísculas ermitas, algunas de ellas semirrupestres, salpicadas por las cercanas cumbres y laderas, donde se retiraban los monjes en sus penitencias. Actualmente pueden visitarse a la vez que se disfruta de umbrosos paseos y preciosos paisajes
A mediados del siglo XIII se inició la construcción de la actual iglesia, en estilo gótico monástico de sobria influencia cisterciense, sobre la anterior románica, de la que aún pueden verse estimables retos. Consta de tres diáfanas naves, la central más elevada que las laterales, que se rematan por otros tantos ábsides poligonales; todo ello cubierto con bóvedas de crucería.
A los pies de la iglesia se alza robusta torre de campanas y dos portadas de aspecto arcaizante se abre en la fachada meridional. Ya en el siglo XVII se renovó y amplió considerablemente el monasterio, fue entonces cuando se levantó el sobrio claustro de tradición herreriana que hoy podemos contemplar. A comienzos de la centuria siguiente se labró con dineros indianos la primorosa capilla barroca del «Lignun Crucis», rematada por airosa linterna poligonal sobre pechinas.
Forzado el abandono tras las desamortizaciones de bienes eclesiásticos del pasado siglo, los edificios sufrieron un serio proceso de degradación, a pesar del cuidadoso respeto con que procuraron evitarlo los devotos vecinos. La restauración del conjunto hubo de esperar a los años 1.957-1961, en que se llevó a cabo por el organismo oficial de Regiones Devastadas.
Aparte de los propios edificios y sus talladas piedras, tres elementos merecen destacarse del actual patrimonio mueble de la iglesia; la gótica imágen yaciente de Santo Toribio en madera policromada, actualmente situada en el ábside del Evangelio; el magnífico camarín donde se cobija el «Lignum Crucis», diseñado en 1705, y la carcasa de plata sobredorada que envuelve al sagrado madero, realizada por orfebres de medina de Rioseco en 1778.
La torre del infantado es una construcción realizada en el siglo XV que perteneció a Orejón de la Lama para después ser propiedad de don Tello, hermano del rey Enrique II y finalmente pasar a poder de don Diego Hurtado de Mendoza y Figueroa (1415-1479), marques de Santillana y primer duque del Infantado, de donde recibe su nombre nuestro edificio. El titulo de duque del Infantado sería concedido por los Reyes Católicos en 1475.
Ante el crecimiento demográfico de la villa, se inicia la construcción de la iglesia nueva por ser insuficiente y estar en ruina la anterior.
Conserva importantes retablos procedentes del antiguo convento de San Raimundo que existió en la villa. En los muros laterales del presbiterio, existen dos grandes lienzos de interés: el cristo de Burgos, imagen tradicional del famoso Cristo que se conserva en la catedral burgalesa y que según la tradición apareció flotando en la bahía de Santander. El otro lienzo representa la Conversión de San Pablo.
La iglesia de Santa María en Lebeña se encuentra en la localidad de Lebeña, municipio de Cillórigo de Liébana. Cantabria.
Constituye uno de los más bellos testimonios prerrománicos de Cantabria, e indudablemente el mejor conservado y más sobresaliente de estilo mozárabe.Tradicionalmente se ha atribuido su fundación a Don Alfonso y a su esposa Doña Justa, condes de Liébana, en el año 925.
Aunque las primeras noticias de la iglesia de Santa María de Lebeña tienen escaso rigor histórico, debe recordarse la fábula que nos relata sus orígenes.
Así, la leyenda dice que los condes de Liébana habían edificado la iglesia con la intención que albergase los restos de Santo Toribio, pero al intentar descubrir la sepultura, tanto el conde como sus servidores quedaron ciegos, por lo que éste ofreció su cuerpo y los bienes que poseía en Liébana a los monjes del Monasterio de Santo Toribio, a fin de recobrar la vista. Hecho el milagro, el conde Alfonso entregó todas sus posesiones.
Lo más bello es el espacio interior con su juego de distintas alturas que en el tramo central alcanza singular elevación.
El material empleado es piedra de arenisca de la zona.
De interior de la iglesia de Santa María de Lebeña destaca el retablo barroco del XVIII, con talla central del siglo XV de la Virgen, y el frontal del altar decorado con círculos que inscriben diversos motivos radiales.
La comarca lebaniega ha sido un importante foco cultural a través de la historia.
Durante la Edad Media se edificaron en la comarca gran número de iglesias y monasterios y alguno de ellos ejerció un amplio dominio sobre la población.
Cada vez se va conociendo más sobre las antiguos pobladores de esta tierra, debido a excavaciones arqueológicas realizadas en los últimos años y mejores estudios de campo.
Se sabe que las poblaciones del paleolítico vivieron en el pleistoceno, dedicándose a la caza, pesca y recolección, aunque muy probablemente durante esta época, los Picos de Europa estuvieron cubiertos de nieves perpetuas. De esta época existen muy pocos indicios de poblaciones en Picos de Europa.
A partir del año 9000 antes de Cristo el clima va mejorando y poco a poco se irá asemejando al actual. El epipaleolítico, entre 11150 y 8000 a.C. y el mesolítico, entre el 8000 y 5000 a.C, son etapas donde se evoluciona y se mejoran los modos de vida. De la época mesolítica es el yacimiento de La Mina, abrigo rocoso en las inmediaciones de Dobarganes, donde se han encontrado objetos de silex.
El paso a la etapa neolítica será fundamental al aparecer la agricultura y ganadería. En Liébana y Picos de Europa hay un importante número de monumentos megalíticos, formados por tumbas de gran tamaño, que corresponden a esa época. Se pueblan zonas de montaña y prueba de ello lo tenemos en los restos existentes en prácticamente toda la comarca.
De la época del Calcolítico hay indicios más escasos, conociéndose un hacha plana de Pendes (Cillorigo), un hacha localizada en el área de Pico Jano y una punta de jabalina de tipo palmela, en Potes, que podrían fecharse hacia el 2500 a.C. En la Edad de Hierro, han aparecido piezas aisladas, como la fíbula de Bárago o cerámicas en la cueva de Covarada (Cillorigo).
Las guerras cántabras (29-19 a.C) van a tener importancia en Liébana y Picos de Europa. El jesuita Eutimio Martino estudió sobre el terreno los posibles lugares de los enfrentamientos de cántabros y romanos y llegó a la conclusión de que Augusto lanzó una columna central a través de los puertos de Pineda a Liébana, mientras que la columna oriental remontaba el curso del río Cea y el alto Esla, dirigiéndose a los Picos de Europa. Los romanos denominaron a esta población, Pontes.
Desde Bérgida los cántabros derrotados huyeron al Mons Vindius, los Picos de Europa. Martino localiza los principales enfrentamientos militares en la comarca lebaniega e identifica el Monte Medullius con Peña Sagra.
Lo cierto es que importantes restos de calzadas romanas, de muros de defensa y fosos han sido localizados en la comarca.En Liébana se conservan varias estelas y algunos restos de inscripciones, incrustados en muros.
Liébana se cita en la Crónica de Alfonso III dando noticia de su poblamiento. Después de la batalla de Covadonga los árabes supervivientes al cruzar los Picos de Europa, y al pasar por las proximidades de Subiedes (Camaleño), fueron sepultados por el desprendimiento de un gran «argayo». En la época medieval aumenta de forma considerable la población y la comarca se convierte en un importante foco de monasterios: San Salvador de Villeña, San Facundo y Primitivo de Tanarrio, Santa María de Cosgaya, Santiago de Colio, etc. Dos monasterios van a tener una extraordinaria importancia sobre los valles de la comarca: San Martín de Turieno, posteriormente conocido como Santo Toribio de Liébana, y Santa María de Piasca. Es posible que Beato de Liébana escribiera los Comentarios al Apocalipsis en el monasterio de Santo Toribio. En el siglo X Liébana está regida por un conde y a partir de mediados del siglo XIII forma con Pernía una de las merindades del Reino de Castilla. Posteriormente vemos como en el Becerro de las Behetrías, de 1353, predominan los linajes locales.

Don Tello, hijo del rey Alfonso XI, quien había conseguido por concesión real el señorío de Liébana, obtenía la titularidad señorial sobre las poblaciones solariegas de los valles al descender el influjo del poder monástico en la comarca. Es a mediados del siglo XV cuando la comarca pasa a ser señorío de la Casa de la Vega y Marquesado de Santillana y, posteriormente, de los Duques del Infantado, que tendrían un gran poder en la zona hasta comienzos del siglo XIX.
En época moderna se forman las Juntas de la Provincia de Liébana, que serán el órgano de gobierno de la comarca, con representantes de todos los valles que toman acuerdos y aprueban ordenanzas. Las Juntas estaban presididas por el Corregidor o por su teniente que eran nombrados anualmente por el Duque del Infantado, asumiendo la jurisdicción civil y militar y presidiendo las Juntas. En 1785 Potes es de señorío secular, con un alcalde mayor que es nombrado por el Duque del Infantado.
Durante la guerra de la Independencia los lebaniegos lucharon por su libertad y merecieron los elogios del general Mahy, que les denominó «habitantes ilustres de Liébana».
En el año 1838, durante la Primera Guerra Carlista, se produce una cruel batalla en las cercanías del pueblo de Vendejo (Pesaguero).
Ya en este siglo la comarca sufrió los terribles efectos de la guerra civil española y la villa de Potes fue quemada en la retirada de las tropas republicanas, siendo reconstruidos sus edificios años después.

potes

Esta localidad cuenta con una rica gastronomía, que se beneficia en parte del microclima existente en la zona. El plato típico es el cocido lebaniego, a base de garbanzo. Liébana produce además miel, legumbres, muy buena fruta y frutos secos, y el famoso licor de orujo.
Además cuenta con una importante tradición en la elaboración de quesos con denominación de origen reglamentada, Quesucos de Liébana y el queso Picón de Bejes y de Tresviso, y embutidos de carne de jabalí y venado.
Sin duda, lo más destacado de la gastronomía de Potes son los famosos licores de elaboración artesanal: el orujo y el tostadillo. El orujo, complemento ideal para otras bebidas como puede ser el té del puerto, se fabrica en alquitaras con la cosecha de las numerosas viñas de la zona. El tostadillo, en cambio, se trata de un vino dulce, oloroso y suave al paladar, con larga crianza en soleras de roble americano.
El mercado de los lunes ha sido lugar de encuentro de los lebaniegos y punto importante de venta de los magníficos productos de la tierra. Los deliciosos quesos, donde se incluyen las dos denominaciones de origen con que cuenta la comarca: «Picón Bejes-Tresviso» y «Quesucos»; las manzanas, peras, cerezas y otras muchas variedades de fruta; las cebollas de Bedoya; las nueces y castañas… Aún se puede contemplar en la plaza la estampa de alguna mujer pesando con la antigua romana.

gastronomia de potes

Ningún acontecimiento es tan importante y sugestivo para un lebaniego como acudir al mercado semanal que se celebra todos los lunes en la villa de Potes, donde además existe una gran actividad en el sector servicios. La asistencia al mercado de la villa aparece documentada en el año 1291, cuando el rey Sancho IV ordenaba que las personas que asistían al mercado tenían obligación de guardar sus armas en la posada hasta el regreso a sus hogares.
Las ferias ganaderas tienen lugar en el ferial de La Serna y conocemos su antigüedad por un documento fechado el 30 de julio de 1379. En la actualidad Potes celebra seis ferias ganaderas anuales de una jornada. Las más importantes son las de San Pedro (29 de junio); La Cruz (16 de septiembre) y Los Santos (2 de noviembre).
Potes, comienza el año celebrando el 22 de enero la festividad de San Vicente Mártir, patrono de la villa.
El 15 de agosto, la imagen de la Virgen de Valmayor es llevada en andas desde la iglesia hasta la ermita de su nombre, al sur de la villa. Allí se celebra una misa de campaña, seguida de una comida campestre y tradicional romería con juegos infantiles. Por la tarde se merienda en la campera de La Tejera y se baja hasta Potes, donde hay una animada verbena.
Sin duda, la festividad más importante es el día 14 de septiembre, con la celebración de la Exaltación de La Cruz. Durante varios días, las calles de Potes se ven repletas de personas que acuden a la villa para disfrutar de sus tradicionales festejos. Hay actuaciones para todas las edades: encuentros deportivos; juegos infantiles, deportes rurales, fuegos artificiales desde la Torre del Infantado y magníficas orquestas para amenizar los días de fiesta.
En el mes de noviembre, y desde que se inició en 1984, se celebra la Fiesta del Orujo durante un fin de semana, con el fin de dar a conocer el preciado licor lebaniego. En el templete de la plaza se encienden las alquitaras y se ofrecen degustaciones a todas las personas que asisten a la fiesta; además, se concede la distinción de «Orujero Mayor» a una personalidad destacada.

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