El orígen de la corriente de peregrinos a Santo Toribio de Liébana se pierde en la penumbra de noticias de los lejanos tiempos medievales, pero hay indicios muy tempranos, pronto convertidos en evidencias, de la presencia de gentes venidas de remotas tierras para rendir culto al madero de la Cruz y al cuerpo del santo milagrero, sepultado bajo policromada efigie en medio de la iglesia del monasterio. Es muy posible que fuera ese fervor popular, consolidado por las eficaces intersecciones del santo, lo que motivara el cambio de nombre.
El rey Alfonso XI de Castilla otorgó licencia, en 1.328, para que los monjes de Santo Toribio pudieran recaudar limosna por todo el reino, lo que éstos sin duda, aprovecharían para extender por donde quiera la devoción a su santo patrón. Por aquellos años ya existía en el monasterio un hospital, llamado de San Lázaro, para atender a los enfermos que llegaban buscando la curación en el contacto con las reliquias.
Fue el papa renacentista Julio II quien dio definitiva carta canónica de naturaleza las peregrinaciones cuando, en 1.512, otorgó la bula por la que quedaba establecido el jubileo de una semana a quienes llegaran al santuario los años en que, la fiesta de Santo Toribio coincidiera en domingo. Dicho privilegio fue ratificado por su sucesor León X al año siguiente.
Pero a este monasterio no sólo acudían peregrinos los años de jubileo, sino que, por lo menos desde el siglo XVI, eran muchas las familias de enfermos mentales que hasta aquí viajaban como romeros, en la esperanza de recuperar a sus deudos, dada la fama traumatúrgica para la cura de «endemoniados» alcanzada por el Lignum Crucis y el cuerpo del santo. Además, el santuario de Santo Toribio era final de etapa y jalón en uno de los ramales caminero de las rutas jacobeas, aquel que desde el puerto de San Vicente de la Barquera conducía a los peregrinos al llamado «Camino Francés», con destino a Compostela.
El papa Montini, Pablo VI, en bula concedida el año de 1967, amplió el viejo privilegio del jubileo semanal a todos los dias del año comprendidos entre el de la fiesta coincidente en domingo y la del mismo patrón de La Liébana del año siguiente, tal y como hoy se aplica. Así desde el 16 de abril, día en que se abre la Puerta del Perdón por el obispo de la diócesis, ante la multitud de peregrinos congregados para la ocasión, hasta la consumación de un año completo, las gentes venidadas de todas partes tienen la oportunidad de alcanzar la indulgencia plenaria para la remisión de la pena por sus pecados. Pocos lugares en el mundo cristiano gozan de tales prerrogativas, entre ellos Jerusalen, Roma y Santiago de Compostela. La pia intención de conseguir el jubileo se complementa con la también excepcional oportunidad de disfrutar de unos paisejes, un arte, unas costumbres, una gastronomía y un trato de los hospitalarios labaniegos verdaderamente singulares.